jueves, 28 de marzo de 2019

Historia de la Nada...


Te voy a contar una historia que puede impresionar, porque, puede que te deje en un estado de incertidumbre en el que te cuestiones aspectos de la existencia que no creías que pudieras contemplar. Si eres de las personas que están basada en un sistema de creencias, lo normal es que rechaces este escrito, pero te advierto que igual, tu próxima crisis estará influenciada por esto que vas a leer. Ello, quizá, no sea inmediato, incluso es posible que cuando entres en ella no la relaciones con esto que estás haciendo, pero, una vez lo leas, ya formará parte de tu inconsciente y cuanto más tiempo pase, más se ligará a tu subconsciente, así que, toda acción que realices, estará ligada a este inocente momento de lectura, que también intentaré sea de tu agrado…

Imaginaté, si, a ti mismo o a ti misma, no te veas como lo que eres, sino imagina que todo ese mundo en el que depositas tu confianza de futuro, en realidad sólo sirve para una cosa, que por ahora, no eres capaz de averiguar.

Imaginaté, que estás en un mundo distinto del que conoces, no hace falta que concretes, sólo: eres, estás y existes en otro mundo, con otras circunstancias, con otras dependencias, con otra forma de vivir, de pensar, de sentir…. no concretes aún.

En ese nuevo mundo, estás tú y cuantas otras circunstancias como tú se encuentren, todas están, son y existen por los mismos motivos que tú, es decir, por encontrarse haciendo este esfuerzo que yo ahora te pido, el de imaginarte de esta manera.

Cada cual será como sea, da igual si están cerca o lejos, si sois iguales o distintos, si necesitáis de lo mismo o no, si hacéis o no lo mismo ... da igual, lo importante es que son, están y existen en ese espacio imaginativo común. Si quieres, tómate un tiempo para recrearte en ello e intenta maravillarte con tu propia imaginación…

¿Yá ?. ¿Tienes claro cuál es tu mundo ?, espero que si, para que podamos seguir los dos juntos en este trayecto. De lo contrario, intenta, por lo menos, maravillarte, aunque sólo sea una vez, con tu imaginación, respira hondo, cierra los ojos, aprieta los párpados hasta que notes ciertas lucecitas o cambios de luz provocados por la presión que estás ejerciendo, y déjate llevar por ello, como si estuvieras nadando, buceando o viajando en una nave espacial, o en motocicleta, o quizá usa el medio de transporte que te inventes, ni siquiera tiene por qué existir aún, en fín, libérate de tus cadenas y sé tú, viaja, simplemente viaja, pero el medio que sea tu imaginación, y el destino el de maravillarte un poquito de ti, o un mucho.

¿Yá ?...

Bien, ahora ya tienes claro que existe otro mundo, que aunque nadie lo conozca más que tú; es, está y existe porque tú le has dado vida, y a demás, dejas la puerta abierta a que otros mundos estén en ese imaginativo momento como tu, cada cual con sus particularidades, pero están, son y existen porque tú lo quieres así.

Ahora, no imagines nada, simplemente, abre los ojos, de golpe, y deja que la luz fuerce a tus músculos oculares a contraer bruscamente tus pupilas, lo hacen para protegerte de la agresión que la mera e inofensiva luz te puede causar, y entonces cierra los ojos, y nota cómo sientes alivio, siente cómo se va amortiguando la repercusión tanto física como lumínica, pues en tu retina aún hay huella lumínica que hace reaccionar reflejamente a tus músculos, hasta que, tras un cierto tiempo, ya vuelves a volar, o navegar, o surcar el mundo imaginario que habías creado.

Un mundo en el que te sientes libre, aunque repercutido por las agresiones externas, y en él, éstas pueden ser un malestar, es decir, algo que desplaza tu estado anímico en el que estabas por otro de reacción, y lo que persigue es volver a encontrar ese estado anterior conocido tan aceptable como, ahora, necesario, pues lo has puesto en comparación con esta agresión y lo encuentras muy aceptable, quizá deseable.

Sigue volando o navegando por tu mundo, maravíllate de esta sensación de libertad imaginativa que tienes, aquí cabe todo lo que tú quieras, sin represiones ni límites, sólo imagina y métete en ello.

Así, en este estado, acaricia tu antebrazo o tu rostro, o tu muslo, o cualquier parte de tu cuerpo, utiliza una mano o una parte del mobiliario o con algún tejido que tengas cerca, da igual, pero acaríciate, levemente, sin insistir en exceso, sin raspar ni arañar, tan sólo, acaricia como quisieras recibirlo.

Notarás que ese estado volátil en el que te encontrabas se ve amplificado por esa sensación que otros agentes te han proporcionado, es cierto que tú has sido quien lo has generado, pero, gracias al tacto sumas a tu estado, éste otro, y ¿dónde te encuentras?

Si quieres vuelve a insistir, quizá con otro textil o cualquier objeto, en vez de donde antes ahora en otra parte, da igual que sea la cabeza como el sexo, el dedo como la uña de un pié, el pómulo como el vello corporal, da igual, recréate en esas sensaciones que unidas a tu viaje imaginativo, te conducen a otro estado, quizá placentero.

Deja que pase un tiempo mientras las sensaciones reflejas dejan de producirse, no luches contra ellas pero tampoco las desees, tan sólo, permite que desaparezcan y vuelve a tu estado de viaje imaginativo durante unos minutos.

Bien, ahora, de golpe, vuelve a la realidad, despierta y cambia tu postura, da un pequeño salto y levanta los brazos, abre bien los ojos, siente todo lo que hay a tu alrededor y reconócete como quien eres de verdad, incluso, mírate en un espejo si lo tienes a mano, en definitiva, vuelve a ser tú.

Tú, sí, tú,, ahora ya tienes otra situación, la imaginación te ha hecho experimentar tres sensaciones, una que es la de tu imaginación habitual, que como es tuya la has creado para tu beneficio personal resultando ser agradable, y en ella has experimentado dos más, la incomodidad y un estado más placentero, pero sólo en el primer caso has deseado volver a la imaginación y en el segundo has encontrado una incomodidad por volver, ya que lo otro era mejor. Has comprendido que quieres estar bien, que ese es el estado deseable, aunque sea en la imaginación, sin mayores implicaciones reales, hasta así se quiere estar bien.

La tercera situación eres tú, ese que en el espejo ve su reflejo y atusando su cabello, interpreta sus facciones dentro de un concepto personal, y eres quien, tras examinarse, parte hacia un mundo que le espera con un concepto de sí mismo muy particular.

Bien, ese tú, ahora lleva un bagaje imaginativo potenciado, sabe de bueno y malo, es capaz de comparar entre lo que la realidad le proporciona y lo que su imaginación le ayuda a comprender, es decir, le informa sobre aquello que puede ser mejor.

Haz tu día cómo se te presente, realiza las cuestiones que tengas programadas y deja que el día se complete. En él habrán ocurrido todo tipo de situaciones, se te habrán generado una variedad de sensaciones, te habrán surgido sentimientos de varios tipos, tu mente no habrá parado de buscar la lógica en todo, al menos de buscar respuestas para hacer lo que hayas hecho y comprender el por qué de lo que sucede, aunque no sean compartidas o comprendidas o beneficiosas para nadie más que para tí, pero has encontrado un día de afirmación personal, de implicación en tu vida un día más.

De todo cuanto has realizado, hay tres intenciones que han regido todo tu día, por un lado el de subsistir, es decir: comer, defecar, orinar, sudar, digerir, caminar, hablar, mirar, oír, etc., todo aquello que no puedes evitar hacer y te viene dado por ser el ser natural que eres. Por otro lado, has intentado ampliar tus conocimientos, de alguna manera, tu mente te ha enseñado algo, la realidad te ha mostrado alguna faceta o visión distinta de las cosas o situaciones, e indiscutiblemente habrás incidido en alguna habilidad que realizas habitualmente, así que almacenas en tu memoria informaciones que cotejarás con el resto de tu bagaje y te servirá para estar mejor preparado para mañana. Por último, seguro que te habrás relacionado con alguien, aunque sea una persona a la que le pagas por un servicio o producto, para hacerte con algo que necesitabas. Es inevitable no relacionarse, aunque sea caminando, o con la simple visión de la gente pasar, con el ambiente natural que nos rodee, con las personas y sus fragancias y sus ademanes, en fin, y mucho más si la relación ha sido más intencionada e interesada, entonces se acelera todo el proceso.

En definitiva, son estas tres intenciones las que contemplamos en el espejo cuando nos miramos, de alguna manera, nos vemos en lo que de ellos resultamos, así que, por ejemplo, si hay hambre nos vemos delgados, si no tenemos amigos, nos veremos serios o cerrados en nosotros mismos, o si las relaciones no han sido positivas o esperamos algo de las relaciones, nos preparamos para ello en el espejo con, por ejemplo, una sonrisa o fruncimos el ceño.

En realidad, comprendemos mejor a ese que aparece en el espejo que a nosotros mismos, precisamente porque es quien refleja lo que somos, queremos y deseamos. Esa imagen es la resultante imaginativa de las expectativas a las que somos capaces de aspirar.

Estas tres intenciones son similares a aquello que antes iniciamos con el viaje sensorial imaginativo, solo que ahora estamos despiertos y en vez de vivir una experiencia sin peligros, lo que vivimos es el continuo riesgo de experimentar la vida.

Ahora todo es el viaje de estar vivo, donde podremos experimentar desde el agrado al desagrado, desde continuar vivo a estar muriendo, en definitiva, nada se nos escapa y en primera persona tenemos que encajarlo en el sitio más difícil de todos, uno mismo, si, ese mismo que cuando se mire al espejo, se autochequea, se evalúa y se compara con los fines que se propone, en fin, no es por señalar, pero, cada cual que se declare a sí mismo si se reconoce o no en ello.

Cuando todo va bien, la experiencia vital va desde la normalidad hasta el aburrimiento, cuando todo va mal, la experiencia va desde la desesperación hasta el estoicismo, y cuando nos encontramos en término intermedio, unas veces habrá de una cosa y otras de otra, según sintamos o creamos donde lógicamente que estemos.

En realidad, esa es nuestra vida, un sobrevivir, un relacionarse y un aportar más conocimiento, no hay más movimientos que estos, y todos los que se nos ocurran cogen de uno u otro o de varios de ellos, así que es por eso que somos una resultante de los tres ángulos de ese triángulo.

No es de extrañar que ante esta situación, el ser humano haya creado las religiones y las ideologías, porque dan una respuesta a todo ello, ya que si te sumerges en cualquiera de ellas, te hará sentir tan útil como adherido estés a su obediencia.

No es de extrañar que tras ellas, lo que se pretenda, es dar respuesta a ese por qué, del por qué somos tan avanzados, y a la vez tan pocas respuestas podemos dar sobre el más allá de la vida, así que nos inculcan de pequeños la fe en lo injustificable, y nos dará la razón aunque nos manipulen con los sentimientos para apaciguar el posible descontrol al que nos puede avocar el libre albedrío, ya que si no existe nada más detrás de la muerte, para qué ser buenos o malos, tan sólo se ha de ser lo que a cada cual le apetezca o surja y nada más.

En fin, en la realidad inevitable, también te acaricias con los medios a los que te acercas, y de ello adquieres experiencias, unas te sitúan en un viaje positivo y otros hacia algo más negativo, aunque no por ser positivo o negativo sea mejor ni peor, pues por naturaleza cualquier desgaste lo notamos a priori como negativo y cualquier beneficio con el menor desgaste como lo más positivo.

A ese viaje real le añadimos ese otro viaje imaginativo, entre los cuales intentamos sacar realidades escondidas gracias a las cuales avanzamos, y lo hacemos tanto como que somos nosotros, seres cuyas aspiraciones son dos, por un lado superar la supervivencia y por el otro, adquirir el mayor bienestar posible dentro del medio en el que te desenvuelves.

Nos pasamos la vida siendo así, en el equilibrio social en el que nos contextualizamos, donde estamos culturalmente enmarcados históricamente creando todo aquello que socialmente sea suscitable como avance, dejando esa huella como muestra de superación. Como cualquier cultura, a sabiendas o no, dejamos nuestro recuerdo para el siguiente paso, que podrá ser una persona o una civilización separada por cientos o miles de años, que al estudiar estos restos, comprenderán las ideas fundamentales que nos movían, así de simple.

Entonces harán como hacemos nosotros, mirar los restos de otras culturas y civilizaciones pasadas, escudriñando ese reflejo que dejan sus restos, e intentarán comprender cómo eran, su por qué y hacia dónde se dirigían. Como norma general, se sorprenderán de la magnificencia a la que se llegó, y a la vez, surgirá un gran asombro por la desaparición de dicha civilización, pues una vez más, por grande que se haya sido, desaparecerá evolucionando en otra u otras, tras huir de aquello que las minó hasta su desaparición.

Comprenderán, entonces, que ellos provienen de aquello, que sólo son un algo después, y pondrán su cultura en comparación con aquella que están estudiando, pero, después de ese estudio, como quien ve un animal muerto en el margen de una carretera, lo dejará allí esperando a su descomposición natural, tras la cual, la naturaleza misma se beneficiará alimentándose de sus componentes en animales, plantas, insectos, y cualquier tipo de seres que por allí se acerquen, y puedan aprovechar algo de esa materia prima que es ofrecida sólo por estar allí.

Dicho acto es el último al que seguro llegará todo lo natural, y a buen seguro que sintió, sufrió, obtuvo placeres y se relacionaría, tanto para tener descendencia como para aprender de otros. A buen seguro que era un concepto en sí mismo, para unos de temor, y para otros de normalidad, probablemente era padre o madre, era sustentador de necesidades, y a buen seguro que también se aprovecharía de otros seres accesibles solo por estar allí, bien vivos o muertos, y también de otros a los que buscaba para poder subsistir, y ser ese concepto espiritual que representó para el medio, aunque no pudiera mirarse en un espejo.

Y hasta es probable que alguna vez hiciera un ejercicio imaginativo en el que voló sin volar, sintió agrado y asombro, quizá incomodidad y placer, intentando obedecer a quien le propuso hacer ese pequeño ejercicio, tras el cual, y después de haber sido consciente de al menos un día de su vida, comprendiera que, por mucho que haga, sienta y se repercuta con el contexto, por mucho que signifique él para otros y otros para él, una vez deje de respirar definitivamente, sólo quedará lo que transmita, y aún así, sólo permanecerá el uso que de ello se pueda aprovechar, quedando su memoria permanente en este mundo del que él ya nunca más volverá a ser nada más que esa descomposición, incluso de su memoria.

Ni hombres ni mujeres por relevantes que fueran para su tiempo o para el futuro, ya no son nada más que esa utilitaria practicidad de su saber, porque después, como se demuestra, por mucho que creyeran en un más allá, o en una grandeza posterior, por mucho que momificaran sus cuerpos, o se crionizaran, en realidad, aunque sus cuerpos pudieran volver a revivir, aunque existan ya en un más allá disfrutando de lo que sea, aquí, de ellos, no hay nada más que cuerpos que se resisten a cumplir con su última utilidad natural, que es la de servir a su entorno a seguir siendo natural.

Y tras el último paso, quedará de ellos, como ocurrirá conmigo y contigo, la más digna de las nadas.

lunes, 18 de marzo de 2019

¿Qué es la voluntad?


 

El término humano de voluntad apunta a aquella aptitud, y/o actitud, que dirige la acción de lo observado hacia una intención concreta.

Ésto de lo observado, puede ser una circunstancia que tras su análisis comprendamos hacia dónde dirige, y hablando de los seres vivos, es lo que quieren y actúan para que se realice.

No obstante, los seres naturales están sometidos a sus tendencias que dominan el comportamiento por encima de todo y producen sensaciones agradables tras su consecución, cuando no es así, genera sensaciones que pueden ir desde la contrariedad hasta el dolor, pero todas incomodan por no ser lo deseable y también generan acciones.

Todas estas sensaciones son una consecuencia natural de nuestra voluntad, pues ello nos sitúa en el contexto y nos informa de lo que, en el mejor de los casos, ha conseguido y en el peor de los casos de las consecuencias obtenidas.

Tengamos en cuenta que voluntad es tanto hacer como permanecer, ya que en ambos casos se adivina una actitud o aptitud, y de ello se entiende que algo o alguien tiene esa voluntad, bien de ser como de pretender.

Pero, ¿qué es lo que hace que tengamos esa voluntad?

Veo que desde el sistema involuntario de la entalpía (energía que un sistema intercambia con su entorno por estar en él), hasta la más entrópica de las relaciones (el grado de desorden que se puede producir en las relaciones), existe un intercambio energético que altera la realidad, e incluso, por el principio de incertidumbre de Heisenberg, cualquier elemento observador cambia el resultado, así que el gato de Schrodinger no se sabe si está vivo o muerto, o vivo+muerto, hasta que se concreta la realidad forzándola a manifestarse en un momento concreto.

Quiero decir con ésto que la realidad está indeterminada siempre, que todo tiene una potencialidad de repercusión y todo se repercutirá cuando aparezcan en el mismo entorno. Y ésto es válido tanto para materia inerte como para la considerada no inerte.

De la realidad siempre podremos decir que hay una voluntad, que es la de ser, o mejor dicho, la resultante de todo ese intercambio de energías es la voluntad resultante, siendo lo que tiene que ser, pero hasta que no se llega a esa resultante no se concreta esa voluntad, es decir, no se sabe lo que se es. Esto quiere decir que mientras se están combinando las repercusiones no hay una voluntad definida, y lo que puede parecer caos y desorden, en realidad es la instantánea resultante de las repercusiones, las cuales van generando nuevas situaciones que, a su vez, se repercuten generando la misma cadencia hasta que queda sólo una resultante, y eso es la realidad.

Dicho ésto, se entiende que desde el mundo de las partículas elementales, y de sus repercusiones en los diferentes contextos posibles, se van creando los elementos químicos concretos, y de la combinación de ellos se crean los compuestos minerales, todos ellos inertes. Tienen una organización interna estable que les hace ser lo que son y no precisan más que de esas condiciones externas para seguir siéndolo, pues sus repercusiones son dependientes del contexto natural en el que se encuentran. No son estructuras sin movimientos sino que más bien son estructuras cuyos movimientos dependen de ese contexto, otorgándoles gran estabilidad per sé, llegando, como mucho, a producir su combinación con otras estructuras coexistentes, y generando los compuestos materiales de la realidad.

Cada cual tiene su propia voluntad y es la de ser en esa estabilidad que le otorga su configuración, pero nada es absolutamente estable ni absolutamente inalterable, pues ante determinadas circunstancias ambientales cambiarán, porque es a ello a lo que le obliga su nuevo equilibrio, que es el que le hace ser.

Estos elementos y compuestos son lo que son por dos razones fundamentales, por un lado porque su estructura interna es estable en sí misma y por otro lado porque el contexto le hace ser lo que es. Constantemente se alimentan de la resultante que genera el contexto y no precisan nada más para ser lo que son.

La química es lo que les hace ser y ésto genera que se repercutan físicamente en el ambiente en el que se encuentran con las fuerzas inherentes e ineludibles, situando la resultante de su propia fuerza interior allá donde pueda ser, bien sea en transformación, bien desplazamiento, bien estabilidad.

También existen determinadas configuraciones de compuestos elementales a los que les otorgamos el concepto de vida, pues les advertimos voluntad propia para mantenerse, y de ésta manera van buscando sus propios equilibrios con el ambiente, pero siempre dependen del contexto, pues no todos pueden subsistir en todos los contextos.

Hay una especialización de su voluntad en el contexto donde se encuentran, y dicha especialización se produce precisamente para cumplir con sus tendencias innatas de vivir y adaptarse, lo cual se produce de dos maneras, por un lado aprendiendo del ambiente mecánicas adaptativas y por otro el de generar otro ser con algo del aprendizaje adquirido, lo cual le ayudará a vivir al nuevo.

Dichos compuestos, a los que llamaré seres, viven en constante búsqueda de vivir, su configuración particular es muy inestable y precisan de esos aprendizajes para suplir lo que su configuración interna no es capaz de realizar por sí misma, que no es ni más ni menos que existir. En realidad viven superando su muerte pues todas sus acciones las llevan a cabo para superar los constantes desequilibrios a los que se ve sometido, y de una manera u otra, le conducen a su muerte. Desde este punto de vista, se pueden considerar más vivos cuando se encuentran en un punto de baja necesidad de acciones, es decir, cuanto menos actúan ya que no precisan superar esos desequilibrios, y por lo tanto son más estables.

Ésto sería semejante a ese estado en el que se encuentran los objetos en sì mismos, que tan sólo dependen de las condiciones externas para ser quienes son y existen sin mayor resistencia.

Cuando el ser vivo está en desequilibrio, dicha existencia se ve constantemente amenazada por las voluntades concurrentes, de ahí que su propia voluntad les conmine a actuar, así es que se defiendan, ataquen, se escondan, descansen, se nutran, excreten, se reproduzcan y socialicen, no se si me dejo algún comportamiento llamado voluntario de estos seres, pero estos engloban la mayoría de acciones que son capaces de llevar a cabo, de manera que podemos decir, que estos seres son tan desequilibrados que están menos vivos que los elementos y compuestos de los que están conformados, y se ha llegado a un ser capaz de buscar lo que necesita para subsistir, pues el resultante conjunto en el que ha concluido así se lo demandará, precisando de acciones constantes que apunten a la única voluntad posible, la de vivir.

Como seres humanos, ésto lo vemos al revés, decimos que los seres vivos son los que tienen voluntad y los objetos inertes no, pero el objeto es mucho más estable y su voluntad sólo depende del contexto, por lo general estable, y el ser vivo, sin esa voluntad de ir buscando vivir sería inviable ya ese mismo ambiente es para él inestable.

¿Es posible que esté más vivo quien no necesite nada más que ser para ser, que quien precisa de constantes aportaciones a su ser para poder seguir siendo?

Si analizamos el comportamiento de cualquier ser vivo, concluiremos que todo lo que hace es para vivir, y cuanto hace el ser inerte también, por lo que éste es el nexo de unión, ambos quieren vivir, en un caso lo llamamos vida y en el otro sólo ser, pero ambos, a su manera, comparten la misma voluntad.

Quizá esta visión de la voluntad nos haga comprender a los sere humanos, que lo que llamamos voluntad ha de verse así, y no de otra manera.

miércoles, 6 de marzo de 2019

Jugando a ser un ser humano


Parto de la idea de que todo ser vivo que siga sus instintos hace lo que tiene que hacer, es lo que tiene que ser, y en él no debe existir otro planteamiento distinto en todo momento y lugar, los cuales no son más que el contexto donde tendrá que concretarse.

En la mayoría de ocasiones se activará su estado de alerta por peligro, en otras por necesidad de alimento y líquidos, también descansará por necesidad, en alguna medida estará repercutido por algún grado de sociabilidad ocupando un rol dentro de su grupo, y cuando no, su actitud ante la reproducción, entre otros comportamientos naturales. Nada de ello fuera de su instinto.

Los seres vivos, cuando viven coherentemente, saben lo que tienen que hacer. Ésto es una obviedad.

Este “saber lo que tienen que hacer”, por un lado le viene implícito en su carácter genético, otra porción es aprendido directamente de sus familiares y grupo social, y existe otra tercera correspondiente al aprendizaje que es el particular de su experiencia, pero, todo ello encaminado a desempeñar correctamente lo que su ser le demande en el momento y en el lugar en el que se encuentre.

El aprendizaje particular es dependiente del mundo exterior, es decir, aprenden cómo es la realidad que les rodea, pues es en este contexto desde donde tienen que valerse para ser ellos mismos.

Así es que reconocemos a los seres vivos por estas tres características de su comportamiento; hacen lo que tienen que hacer, son lo que tienen que ser y aprenden del contexto.

No quiere decir ésto que ser un ser vivo sea fácil, nada más lejos de la realidad, ya que las circunstancias son cambiantes de momento a momento y tienen que vivir en casi constante alerta, pendientes de las informaciones que les faciliten sus sentidos, para intentar adelantarse a la realidad antes de que se produzca y así estar preparados ante lo que se pudiera producir.

En fin, viven en constante alerta porque viven en el presente, incluso cuando parece que prevén un futuro también, pues aún cuando se refugian o construyen una madriguera o un nido, es para el presente, pues al encontrar un sitio seguro para descansar, o sacar adelante a su descendencia, o protegerse de las inclemencias del tiempo, lo que hacen es ganar tiempo hasta que puedan valerse mejor por sí mismos, o esperar a un momento más propicio.

Sus vidas son así, hacen lo que tienen impreso en sus genes, en el lugar donde se desenvuelven y aprendiendo del entorno mientras sus facultades físicas y “mentales” se lo permitan, tal es así el nivel de estrés y exigencia natural que normalmente no suelen tener una longevidad muy elevada, salvo que carezcan de amenazas en el entorno, y los contratiempos y accidentes a los que se enfrenten no les acorten sus vidas.

Ahora bien, se da el caso de los seres vivos desubicados, es decir, aquellos que no viven en su ambiente salvaje con sus congéneres, sino que se desarrollan en otro artificial.

No me refiero al mundo del parasitismo, ni de las relaciones simbióticas de aquellos seres que por circunstancias adaptativas desarrollan sus vidas dependientes de otra especie, me refiero a especies que usan a otras y las mantienen para sacarles el beneficio esperado, como lo hace el ser humano con los rebaños y los animales de compañía, o las plantas que cultiva. Los denominaré como “pastores” y “pastoreados” por asemejarse gráficamente al concepto.

En este caso, por parte de los “pastores”, hay un aprovechamiento consciente y voluntario de las capacidades de los animales y plantas para su propio beneficio, y éstos pierden parte de sus instintos por tener asegurada su supervivencia, lo cual les desconecta, al menos en parte, de su origen natural, a ambos.

Éstos animales y plantas, aunque básicamente son naturales, se comportan de manera distinta a cómo lo harían en el mundo natural salvaje, y aunque tienen los mismos instintos de supervivencia, al estar relacionado su aprendizaje vital con su modo de vida, se vuelven dependientes de la voluntad de sus pastores, quienes los controlan y dominan para su beneficio.

Tal es así que los “pastoreados”, dependerán de la fuente de alimento ofrecida, demostrarán cierto grado de sumisión a su circunstancia y terminarán sus días sin otro planteamiento que seguir así. Incluso, tras generaciones de pastoreo, quedará constancia en la genética de estas especies generando adaptaciones muy concretas que fuera de ese contexto no se darían. 

Por último, llegamos a esos “pastores”, cuyo proceso adaptativo les ha llevado a hacer lo que hacen y ser quienes son. Aprender a ser de esa manera es lo que mayoritariamente hacen durante toda su vida.

Son quienes modifican los recursos naturales a su antojo y se valen de ello para salir a delante. Son quienes viven conceptualizándo todo, utilizando el pensamiento de manera voluntaria antes de cualquier acto y asumen que cualquier congénere también lo hizo, hace y hará. Son los seres humanos, nosotros.

Nuestra dependencia mayor es la del conocimiento, pues precisamos superar problemas y ésto nos hace aprender, valiéndonos de la herramienta del aprendizaje a sabiendas que lo hacemos, y después lo transmitimos a nuestros afines coetáneos, convirtiéndose dicha transición en garante de continuidad. Dicha continuidad atrae un grado de mejora de la vida, y con ello se cierra el círculo del pensamiento que se inició cuando apareció el problema.

Dicha continuidad implica a dos tiempos verbales; presente y futuro, pues, la superación del presente lleva implícito un presente distinto, que debería ser mejor, ya que ese procedimiento cognitivo fue herramienta para solucionar un problema presente, y ello implica la mejora futura de superarlo. Por lo general, cada superación consigue una mejora que genera una situación futura distinta.

Básicamente ese es el proceder humano, no muy distinto de cualquier otro ser vivo, pero con la diferencia de la voluntad de superar los problemas, y esto en casi cada aspecto que se plantee de la vida, desde lo más físico hasta lo puramente intelectual, desde lo conocido hasta lo desconocido, en fin, en él, nada se puede dejar al mero instinto natural, pues ha de anteponerse el pensamiento siempre.

Dicha característica nos sitúa donde estamos, tanto tú como yo, en nuestro contexto, miremos por donde miremos, hay pensamiento humano que va colonizando el mundo natural, relegándolo a espacios muy concretos, y a ser posible, controlados según la finalidad que se ha de conseguir.

Vivimos, por tanto, humanizándolo todo, pues todo ha de servirnos para algo en el momento histórico en el que nos encontremos, y siempre bajo la premisa del mejor presente posible, pues es cierto que eso de ir a la tienda a por comida es mejor que enfrentarse a las calamidades de la caza, pesca y agricultura, como también es mejor la utilización de vehículos para ampliar los alcances a donde se puede llegar para encontrar recursos para vivir mejor, o compartir el conocimiento para llegar a conclusiones que salven vidas o propongan soluciones que mejoren el presente, etc.

Como no, el conocimiento se convierte en director, éste se canaliza a través de religiones e ideologías desde las que se contemplan todos esos avances. Dicho conocimiento recae en ciertas personas, a las que se les otorga el poder de ser poseedores de la ejecución y la interpretación de cuanto deba ser propuesto, quienes también, controlan el modo y la manera de dosificar el conocimiento adquirido a los individuos a los que se les debe, pues requieren de tiento y maña para llevar a cabo dichos avances en sus vidas directamente, ya que antes ha de evaluarse como beneficioso para dicho sistema en el que están inmersos, y no siempre la aplicación es directa.

En fin, que en esta contienda de conocimientos nos encontramos los seres humanos, todo en nuestras vidas ha de estar cobijado bajo el paraguas del conocimiento, y éste, avalado por esa premisa de procurar un mejor futuro, de lo contrario, será puesto en duda o rechazado.

Tanto desde la persona más insigne hasta la más corriente, es ésto lo que hacen, no hay ninguna diferencia, cada cual en su entorno, pero, en nada se diferencian.

Precisamente, éste es nuestro momento evolutivo, el pensamiento voluntario, aunque instintivamente suceda y no podamos evitarlo, siempre lo consideraremos como el símbolo de dignidad personal y lo hemos asociado a ideas de libertad y potencialidades. Desde el resarcimiento de las necesidades básicas naturales, hasta la consecución de cualesquiera ambiciones, nada habrá que no esté moldeado, dirigido y justificado por una idea que contendrá el conocimiento al que se quiere llegar.

Éste es el logro de la humanidad, cualquier avance no es más que eso, el conocimiento obtenido, y una vez afianzado, permite dar paso a otros avances, y así continuar mientras se pueda, como lo hacen las bacterias en una placa de petri.

Nuestro comportamiento no difiere en la esencia al de cualquier proceso natural, pero, para aprender a ser humanos, hemos de tomar conciencia de ello ya que no nos basta con el seguimiento ciego de los instintos, sino que ese otro instinto de pensar más allá de la superación de la necesidad biológica inmediata, nos trasciende y dirige nuestras vidas hacia la voluntad de encontrar un futuro mejor, que es para asegurarse un mejor presente, pero de manera objetiva, consciente y voluntaria.

Ser un ser humano es ésto, por eso cualquier limitación en este sentido lo apreciamos como una intrusión a nuestra dignidad, ya que ese mensaje que llevamos implícito de mejora futura, nos lo cohíben, y ello lo notamos con dolor instintivo hacia la verdadera tendencia humana, la de mejorar. Cualquier acción que realizamos lleva éste mensaje implícito de mejorar, desde la sumisión a las necesidades perentorias hasta la asunción de los riesgos de una ambiciosa apuesta.

Por otro lado, el ser humano también aprende a ser quien es, aceptando el aprendizaje de su especie, incluso imitando el comportamiento en determinadas circunstancias, pues ello también ofrece un mejor futuro, lo cual es constatable día a día, gracias a ello, va adquiriendo habilidades y seguridades, tanto físicas como intelectuales, que le servirán de base para desarrollar su personalísima manera de enfocar su premisa irrenunciable de mejora.

Como es natural, al estar implicados en el ambiente contextual, es desde él, desde donde aprenderá a llevar a cabo ambas situaciones, para encontrar su particular manera de hacer, según tenga que ser, y de ésta manera cumplir con aquellas obviedades de los seres vivos de: hacen lo que tienen que hacer, son lo que tienen que ser y aprenden del contexto.

Suele suceder que iniciamos la vida humana aprendiendo del ambiente cercano, se adquiere lo que se ha de ser mediante la imitación y el aprendizaje, y tras ello, se hace lo que se tiene que hacer, proceso muy común con el que todos estamos muy familiarizados en nuestras vidas. Éste proceso se repetirá tantas veces como iniciemos una andadura existencial importante. No obstante, nuestro instinto de pensar voluntario para un futuro mejor, se antepone a cualquier tesitura vital y habrá quien se sume o quien no, quien aporte algo a lo sumado o quien no, pero siempre en busca de esa percepción personal de mejora que de no producirse, generará dolor, y éste motivará movimientos a modo de sacudidas, para intentar liberarse de esas ataduras, que van en contra de la legítima finalidad del ser humano, de buscar su mejora existencial.