sábado, 15 de diciembre de 2018

Religiones y dios y eso ...


Difícil es desprenderse de esas enseñanzas a las que te fuiste amoldando. Como víctima irremediable de tu tiempo, y por no nacer sabiendo, vas adquiriendo esos conocimientos de la mano de la familia y los ejecutas como ciertos, sin que nada de ello pueda ser comprobado más allá de un castigo real que precede a un “supuesto castigo espiritual”, dicho castigo real consiste en generar contextos a través de los cuales canalizar situaciones de las que emerjan sentimientos de algún tipo de dolor.

Hemos aprendido ésto en la familia y se le llama castigo, sobre todo es eso, aunque también aprendemos a reconocer lo que te puede hacer daño, qué es lo que tienes o debes hacer para que no recaiga ese daño en ti, pero, sobre todo es la base de seguridad y tranquilidad desde la que harás tu propia vida.

Bien es cierto que para los que hemos nacido en familias religiosas, de cualquier religión, el sentimiento de culpa es tan grande que sólo pensar en no ser de esa religión ya genera un malestar insoportable. Sólo pensar en una duda en cualquier tema de esa religión a modo de poner en evidencia su veracidad, produce una gran inestabilidad personal merecedora de castigo, y el principal es el ponerse en duda uno mismo.

Esto es debido a que se ha producido una alienación real y efectiva en orden a esa idea, que no es otra cosa que una manera de controlarte en tus acciones posibles, según un valor superior al que podrás llegar una vez muerto, pero, esta vida es una putada, pues dependiendo de lo bien que te resignes a hacer tu papel de buen correligionario, más alto llegarás después, cuando ya no seas persona, independientemente de lo que de lo que te toque ser en esta vida.

Es más, no hay religión que acepte la vida real pues la pone en relación a la que se producirá después de ésta, y, a demás, la dan como más cierta que la que uno está viviendo, e, incluso sin una sola prueba que lo demuestre. Ésto es ya de por sí demostración suficiente de que cualquier religión es una secta, y, como tal aliena a sus acólitos con sus mensajes de paz y esperanzas, dentro de su ambiente concreto en el que se otorgan el poder de dirigir tu voluntad con la promesa de algo mejor después de tu muerte.

A lo largo de la historia, y salvo algunas noticias más o menos esporádicas y controvertidas a la vez que dudosas, nada de cierto parece haber en esas promesas de ultratumba, pero sí que hay infinidad de pruebas del orgullo humano depositado en esas creencias, así que se han encontrado tumbas de muy diferente significación pero en las que se adivina una cierta espiritualidad o apego hacia la persona fallecida, o animales e incluso cosas, y algún tipo de liturgia y ritual asociado a ese momento, incluso se podría adivinar esa esperanza futura de “otra vida”.

Desde humildes agujeros, tinajas mortuorias, acumulciones de cadáveres, ordenaciones sociales en cementerios en los que se encuentran desde lo más humilde a fastuosos enterramientos, o yendo más allá, aquellas culturas cuyo valor por la vida no termina con la muerte, mostrando a sus familiares momificados, y qué decir de aquellos líderes sociales cuya creencia les hizo preservarse momificados o embalsamados, como si su presencia no sólo repercutiera en la vida que dejaron sino que también en la futura humana, e incluso en su otra vida en la que creían, pero encontraron ese elemento de su vida que es la muerte, como el siguiente paso para su poder, es decir, la culminación de su propio orgullo.

En fin, la muerte, ese tema tan controvertido, es un tema que unas culturas ven con alegría y la festejan, y otras con aflicción y la temen. Para unas es puerta a otra vida y para otras es terminación real, pero en cualquier caso, hay una significación sobre quien ha dejado de vivir y sobre el comportamiento a seguir con respecto a ello. Así que, con o sin religión, habrá un saber común que dirija ese momento para sentir lo esperado, y, bajo ningún concepto, la duda en ello genera la irrealidad de lo sucedido, pues, las cosas son lo que uno hace de ello, por lo que, la acción hace la situación, aunque una misma acción en otro ambiente sea otra situación.

Todo ello dice a las claras una sola cosa, si existiera uno o varios dioses, ya estaría más que demostrado en todas las culturas y modos de saber, pero lo único que está más que demostrado es que las personas significamos algo en nuestro tiempo y ello quedará reflejado por el saber, aporte, apego, cariño, amor o todo lo contrario, siendo ello la repercusión que dejamos en los que se han relacionado con nosotros, así que es por ello que hemos creado una significación, quizá litúrgica y/o ritual, a ese crucial momento de la muerte, por lo general no deja indiferente a nadie, pues difícilmente habrá alguien que no reaccione ante un fallecimiento por lo que tiene de repercusión en la realidad.

Lo que es completamente cierto es que el que muere entra en un proceso de descomposición corporal y, según sean las circunstancias en las que repose, así será, de manera que con el paso del tiempo, tan sólo pueda quedar de ello, unos restos y, con suerte una memoria, escrita, artística, oral, etc., de lo que significó en su tiempo y con ello en el presente del que lo encuentre en su tiempo.

Aquí ni hay dios ni dioses, tan sólo lo que las personas hacen en su tiempo y de ello lo que repercutieron, en lo bueno, en lo malo, en avance o en retroceso…

Así que, quizá, esas enseñanzas desde las que uno parte, han de tomarse como aquellas repercusiones positivas desde la que uno parte en la vida pero nunca las definitivas, pues si a uno le surge la incomodidad en ello, no debe tener reparo en buscar su propia significación, siendo ésto lo único que debe mover a cada cual. Si uno se adhiere a una creencia, es de desear que sea con libertad y tanto como el que se separe de ella, pues sólo así, uno es más uno mismo.

Por último, si ha de creerse en dios o dioses, más vale proyectarlo en un punto en el infinito de la creación, como ese inicio desde el que parte todo, pues, en nuestra mentalidad ha de haber un principio, pero teniendo en cuenta que esto es sólo una acomodación a nuestro entendimiento pero que falla porque en él no habría principio, lo cual es de por sí una incongruencia intelectual para nosotros, y ya no podría ser ese dios o dioses iniciadores de nada. Por ésto es que no puede existir en mi más creencia en algún tipo de dios, e incluso pongo en duda la palabra principio, relegando su significado sólo a lo cuantificable, pero nunca a lo ideal o intelectual.

Digamos que lo cuantificable es nuestro mundo real conocido, pero siempre tendrán un principio y también un fin, a modo mensurable, aunque no lo tengamos presente, también lo tienen, por lo tanto, éste es el valor que le doy al principio y al fin, un valor que siempre está ahí, y es por existir. Probablemente, si llegáramos a encontrar ese principio, comprenderemos que eso es sólo un elemento de otra realidad, como el palo que encontramos en el bosque y el bosque que está en una región, y ésta pertenece a un país y éste está en un continente y éste forma parte del planeta tierra, y éste es uno de los que forman el sistema solar…. en fin, todo son repercusiones unos de otros, y ésto se da tanto con una mirada hacia lo macroscópico como a lo nanoscópico…

Desde el punto de vista intelectual, el principio es la referencia de partida de la dimensión en la que sitúas el suceso, así que podrás aseverar cuando empezó algo, dónde, cuánto… pero nunca podrás decir que antes no existiera porque la intelectualidad es algo a lo que se llega y por lo tanto, ya estaba, sólo que no tenías ese saber para comprenderlo, por eso es que no todo el mundo adquiere la misma intelectualidad, es como saber matemáticas, están ahí… ¿quién la sabe? ¿Acaso empiezan cuando tú las sabes? Ocurre lo mismo que con el mundo físico, cada elemento intelectual es sólo un elemento de algo más.

Así pues, yo ya acepto que las religiones son modos de cultura que enseñan a convivir según un orden jerárquico, que ayudan a darle un significado a la vida que a cada cual le toca vivir a través de pautas sociales. Acepto que parten de elementos que no se pueden demostrar, y por ello usan de la fe, y actúa como canalizadores de los comportamientos en orden a su creencia. El creyente consigue llevar una vida con significado concreto, con una orientación concreta y con una esperanza de repercusión concreta, lo cual les tranquiliza mucho ante los vaivenes de la vida que se producirán, pues encontrará respuestas a sus preguntas con su creencia, obediencia y aceptación de los preceptos que condicionan su religión.