domingo, 29 de julio de 2018

Viajar...

Para el ser humano, viajar es una actividad beneficiosa en cuanto a su ego, lo cual le repercute aumentando sus experiencias, su conocimiento por contacto directo de otras culturas, le hace encontrar una esperanza constante, pues por donde se mueva todo son estímulos sorpresivos, en fin, que viajar es algo bueno, deseable y positivo para el espíritu humano. Se podría decir que es un buen estimulante de endorfinas, aunque también produce mucho cansancio y desgaste económico. También suele comportar una desinhibición de las represiones habituales en busca de la integración con las experiencias que se están viviendo. En fin, que todo ello suele dejar un poso de recuerdo emocional que junto con fotografías y presentes lugareños incitan a conversaciones, por lo general, interesantes en cuanto a las anécdotas y sucesos vividos. También es cierto que se produce otro tipo de viaje por necesidad, para encontrar un trabajo que te permita establecer tu morada en un lugar y hacer una vida social tendente a la estabilidad, donde, incluso, poder plantearte esos viajes que tanto atraen a la naturaleza humana.

En la naturaleza real, aquellos seres que viajan, en el sentido de desplazarse de un territorio a otro, por regla general, obedecen a instintos de vigilancia de su territorio o búsqueda de sustento alimenticio, o por seguridad en busca de guarida al haber sido desplazado de la suya. Por lo general los hay que tienen impreso en sus genes la migración en determinadas épocas del año, desplazándose de un territorio a otro muy distante por motivo de encontrar unas condiciones más favorecedoras, bien por clima, alimento, reproducción, etc. También existen las marabuntas, enjambres y plagas, algunos referidos a insectos y otros a animales, que por motivo de alteraciones de su equilibrio, se produce su desplazamiento arrasando cuanto encuentren o que por motivo de la inexistencia de amenazas vitales, establecen su vida social sin mayor límite que el reproductivo, los inevitables decesos naturales y alimento disponible.

No existe ese concepto de viaje ocioso, beneficioso para el espíritu, reconfortante y benefactor, siempre es por motivo de necesidad imperante, y, si pudieran, no se moverían de su entorno, de hecho, todas las especies intentan defenderlo, porque eso de tener que desplazarse en búsqueda de otro, es un recurso que comporta peligro físico, desconocimiento del lugar y exclusión social. Ahora bien, una vez se establecen en su territorio, lo marcan para reconocerlo y lo patrullan porque es su campo de acción donde encontrar alimento, seguridad y reproducción.

Si nos referimos al mundo vegetal, su crecimiento es vertical para dirigirse al sol o introducir sus raíces en la tierra, y a lo horizontal mediante el ramaje y el follaje que lo recubra, para aumentar sus posibilidades de éxito reproductivo. Incluso hay plantas que no precisan de tierra pues bien como parásitos bien por raíces aéreas, consiguen que se produzcan sus necesidades vitales de alimentación, relación y reproducción. En el mundo vegetal, está implícita la lucha por la vida y la dependencia con otros seres, pues, a través de insectos y animales, es como consiguen reproducirse exitosamente. En fin, que su estático viaje se podría decir que es invasivo, de hecho, su crecimiento llega a ahogar o limitar el de otras especies vegetales, en una lucha frenética por la supervivencia.

En realidad, en el mundo natural, el ocio y la diversión están relegados a determinadas épocas de la madurez y en determinados momentos, pero, lo que no parece que suceda es que sea una búsqueda tan activa como sucede en el mundo humano.

En el mundo humano, aunque no lo parezca, también impera la naturaleza, pues cuando no se tiene garantizado un mínimo de estabilidad, alimento y relaciones positivas, es cuando éste tiende a iniciar otro tipo de viaje, el viaje de la necesidad instintiva, menos placentero, no ligado al ocio ni la diversión del espíritu, aunque sí relacionado con la esperanza de vida, me refiero a la inmigración y está, generalmente, motivado por la falta de esperanza, bien por guerras o inestabilidades vitales ante la falta de expectativas de un futuro atractivo, incluso puede darse en unidades bien establecidas y seguras, pero late instintivamente la búsqueda de algo mejor. Ésto requiere el despegue de tu situación actual para introducirte en una inestabilidad temporal en la búsqueda de tu propia esperanza en otro sitio, a priori, mejor, pero en ello, aparecerán las necesidades laborales, de morada y de futuro de relaciones sociales, aunque el ser humano, también puede llegar a adaptarse y conseguir, con los recursos que tenga a la mano, prosperar mejor que donde partió, difícilmente se cumplirán esas expectativas iniciales con las que se partiera, pero, se puede abrir camino con sus propias esperanzas.

Tanto en el mundo natural como en el humano, aunque por motivos aparentemente distintos, sólo achacable al idioma utilizado en uno y en otro, el viaje siempre es por esperanza de algo mejor, pero el establecimiento en un lugar, es premisa de seguridad vital, donde la necesaria rutina te haga sobrevivir y tras ello, en tus ratos ociosos, soñar con el disfrute de viajar, ésto en el ser humano, o la instintiva necesidad de desplazarse a otro lugar donde cumplir con otros instintos para luego volver al punto de partida y continuar viviendo, para el mundo animal. También los hay quienes valorar sus vidas en lo que han conseguido y no precisan más que sus rutinas para vivir, encontrando ahí su disfrute, y ésto es achacable a ambos conceptos, animal y humano.

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