lunes, 16 de julio de 2018

Esta mañana...

Esta mañana, camino al trabajo, emitido por radio, aún analógica, una noticia de esas que levanta ampollas para alguno de los que hacíamos ese trayecto común. La cuestión es la de que “amplían la lista de centros concertados en educación” (pero a los bien privados).

Como es natural, aspavientos y rabiosas exclamaciones se han emitido al aire, pero yo he dicho que me parece bien porque así, hay más familias que pueden acceder a ese tipo de educación.

El volúmen ha subido hasta el punto de demostrar verdadero fastidio por mi insolidaria opinión, ya que la razón que se augumentaba en mi contra era que el presupuesto para los centros públicos se veía aún más minorados, pues, repercute de esa manera en el recurso económico destinado a ello.

Mi razonamiento, no exento de ignominia hacia lo público, era que no había que mezclar los conceptos, pues, no es lo mismo (o debería ser) el presupuesto destinado a los centros públicos que lo destinado a los concertados.

En fin, esto es un punto sin retorno pues, ¿quién tiene razón?... NINGUNO.

Estamos en la realidad de lo inmensamente subjetivo, pues, ¿Acaso no es bueno que quien quiera tenga ayuda para acceder a ese tipo de educación (ojo, no estoy diciendo que no deban aportar los gastos que esos centros le soliciten vía donativos o vía concepto que esos centros impongan incluso contando con la ceguera de la administración)?, ¿Quién controla ese tipo de gasto en la administración para que no se mezclen las churras con las meninas y no nos culpen de que ese es la opción preferente entre los ciudadanos para justificar la escasa atención a los recursos públicos que existen en todos los centros?, y, por último, ¿Acaso con esos centros concertados no se origina un aluvión de intereses sociales que mejoran la distribución social aunque disminuyen los gastos de los centros por falta de alumnos?, en fin. No creo estar revelando nada nuevo ni que mi razonamiento sea nada novedoso ni erudito, pero es así.

Personalmente, aunque nunca lo he utilizado, apoyo el recurso público bien nutrido y atendido, y no veo mal que exista esa “ayuda social” para los que quieran tener acceso a ello, ahora bien, ésto no debe mermar las partidas presupuestarias dedicadas a que lo público esté bien nutrido y atendido, ahora bien, nada de ello está en nuestra mano, pues los políticos de turno hacen lo que es su interés apoyándose en el voto de los ciudadanos, con éste único punto de encuentro con ellos, después es la voluntad del político quien el ciudadano asume como “Sancta Sanctorum”.

La cuestión es que la conversación se ha quedado así, y tras haber llegado cada uno a su punto, con la afectividad mutua intacta, cada cual nos hemos dirigido a nuestro destino.

Pero, claro, mi cabeza ha seguido pensando, y me han venido imágenes de injusticia manifiesta aceptada por intereses particulares. Tal es así el caso de los médicos que siendo trabajadores del sistema de salud pública, atienden pacientes en sus clínicas particulares cobrándoles lo religiosamente aceptado pero usando del recurso público cuando sea necesario, a demás de la incompatibilidad laboral que con toda seguridad están infringiendo.

También me viene a la cabeza aquellos fraudes aceptados por imposición que terminamos pagando todos, como la deuda del estado, los ayuntamientos y comunidades autónomas, que lejos de gestionar correctamente sus recursos, no dudan en acudir a ese endeudamiento como si nunca tuvieran dinero, y haciendo creer a la ciudadanía que el endeudamiento es la vía de la prosperidad. Pues los impuestos no son para lo que se cobra sino que lo cobrado se mete en un sólo número y después se distribuye de manera política según interese a los intereses “democráticamente elegidos” donde, una vez más, el único punto de encuentro es la votación de la que salieron electos esos políticos cuya voluntad es “Sancta Santorum” para la ciudadanía.

Precisamente esa impunidad política es bajo la que innumerables ciudadanos se han amparados como “políticos” democráticamente elegidos urdiendo sus corrupciones extendiendo los tentáculos de la corrupción por doquier. El mundo de la empresa ha colaborado a hacernos creer que es un maravilloso mundo de beneficios, porque lo meten todo como gasto, o en vez de contratar trabajadores les obligan a ser autónomos cuando son asalariados, o … en fin, hay muchos casos que se pueden traer a colación.

La ambición es el motor de toda esta retaila de injusticias porque, esa ambición es, ni más ni menos, la máxima de la naturaleza, a saber; “yo, mi, me y si sobra algo, para mí”, lo que ocurre es que somos seres humanos y nos regimos por valores que nosotros mismos hemos aceptado como los dignos, a saber, democracia, justicia y estado de derecho.

Los que tienen esa máxima ambiciosa en sus vidas, no tiene reparos en mentir, engañar, tergiversar y liarlo todo hasta el punto de aprovecharse de los defectos y flecos del sistema para avanzar en sus ambiciones personales.

La ambición es Deseo intenso y vehemente de conseguir una cosa difícil de lograr, especialmente riqueza, poder o fama, y por ello, es aquello a lo que uno tiende, lo cual no tiene porqué ser negativo, pero si es egoísta. Ojalá fueran más los ambiciosos (egoístas) cuyo beneficio lo obtuvieran haciendo el bien al prójimo, pero, no por ser más o menos en número, el mal es más notorio y, además, produce una retracción por superviviencia natural, que les da un tiempo y espacio cuya existencia y aprovechamiento nos hace creer que sólo eso es lo que prevalece.

Lógicamente, toda esta situación genera una realidad corrupta, inherentemente auspiciada por el beneficio propio, lo cual no es en sí un atentado a nada, pero, los esfuerzos que requiere dicha ambición es lo que genera una realidad corrupta en su esencia pues; teniendo razón, no la tengas, en la que habiendo pagado, ésto sólo sea el pase para tener derecho a tener derecho, es decir seguir pagando, y te das cuenta que es el momento en el que eres el controlable y en ti ponen todas las miradas y presiones para que todas aquellas ambiciones te entretengan con un teatro fantasmagórico entre la verdad y la mentira que recae sobre ti y los tuyos, siempre...

Y me pregunto ¿ Ésto es democracia ?, ¿ Ésto es justicia ?, ¿ Ésto es avance ?.”

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