viernes, 1 de mayo de 2015

La extinción del ser humano...

¿Cuántas veces se ha extinguido el ser humano? en mi opinión, tantas como pueblos, culturas y civilizaciones hayan desaparecido pues...

Todos nacemos en un momento histórico que nos impone sus límites y nos desarrollamos en la concreta evolución producida por interacción entre todas las vidas pasadas dando sentido a un presente que justificará un futuro.

Se dan limitaciones morales, conductuales e intelectuales que nos califican dentro del conjunto, de manera que aquellos que no siguen esas pautas son marcados como a-morales, in-morales, herejes, traidores, ácratas, apóstasas, etc.

Como es natural, cada cual “cae” en un ambiente familiar definido por la facilidad de encontrar los elementos necesarios para vivir y, posteriormente, desarrollarse. Hablamos de sistemas de clases sociales o de castas, o… en fin, cada sociedad lo llamará a su manera. Dentro de ese conjunto social, cada cual tenderá a, o querrá ocupar un puesto social u otro según la apetencia y aptitudes personales, de ahí se concretará la repercusión que uno va a tener dentro del grupo.

Qué duda cabe que así es como el individuo encuentra su “qué hacer diario” y en ello, un “reconocimiento” social que le planifica y ubica dentro de su entramado. Estar fuera de ello es invocar sensaciones provenientes del desamparo y desazón quizá porque uno siente su inutilidad al no poder desarrollarse como ese “ser” social que “tiene que ...” para poder conseguir ese... “mínimo” para vivir y ese… “ser algo”.

En fin, básicamente, cada cual pasa su vida obedeciendo a esas normas morales, naturales y sociales con las que se está comparando constantemente para saber la posición que ocupa dentro de su tela de araña, y, lo cerca o lejos que está de sentirse devorado por esa araña que se llama juicio, tanto personal como social como moral, pues son estos tres los que atemperan los comportamientos de quienes consideran que eso es lo correcto, que normalmente somos la mayoría de los individuos.

Tras toda esa vida, quedará un recuerdo a modo de repercusión de cada persona sobre esos elementos de juicio que le han estado limitando toda su vida, y, mientras se utilice su aportación, estarán vivos de alguna manera. Quizá sólo quede una lápida de mármol que una vez estuvo reluciente y engalanada de flores y lágrimas en algún cementerio, o un recuerdo evocado al coincidir circunstancias similares a aquello que uno sintió en el pasado, o, una usabilidad práctica a modo de invención como un utensilio, herramienta, o pensamiento que nos ayuda actualmente a comprender o dar sentido a la vida diaria, … en fin, todos sabemos que “esa trascendencia de cada cual” es lo que permanece y en ello, creemos que la muerte es a la vida lo que la dignidad para un gusano, es decir, ver si cuando el gusano se coma la carne aún queda algo, y es por eso que se pone tanto énfasis en lo relacionado con la muerte, al menos desde que somos capaces de retrotraernos en el tiempo en cuanto a los rituales funerarios.

Llama la atención que no hay cultura que no encuentre en estas palabras desasosiego, pues, como seres naturales que somos, el mundo de los sentimientos y el pensamiento nos conducen hacia movimientos socio-culturales concretos a modo de rituales cuando un ser querido muere, pues tienden a dar cabida a la significación afectiva y social hacia el ser difunto, nos hacen comprender que aquello es una “pérdida para nosotros” y que esa es la mejor manera de despedida, siempre tan hiriente, pero sentimos y sabemos que esa persona dejará de interactuar con todo ese bien y esperanza que es la vida.

Cada cultura inventa, quiero creer que desde la sinceridad, una creencia sobre la trascendencia tras la muerte, porque de lo contrario ni tiene sentido la tristeza visto desde la razón ni tiene sentido la esperanza visto desde el sentimiento, así que… “tiene que existir algo más” por lo cual y hacia lo cual “se viva” y eso es lo que cada cultura nombrará y, desde entonces, generará todo un mundo artificial que servirá de cuarto elevado elemento de juicio a la hora de controlar a los individuos en sus comportamientos.

Cada sociedad, cada cultura, en definitiva, cada mundo espiritual, hará del momento de la muerte un acto tan importante para los vivos como para que no se desvíen en sus intenciones particulares, y el ritual sirva como antesala de la trascendencia, así los enterramientos concretan esas importancias trascendentales a través de los tipos de rituales funerarios.

Pero, cada vez que se encuentra un hallazgo de necrópolis, por muy cuidada que fuera la puesta en escena, lo único que se sabe es que aquello es un conjunto de huesos y, con suerte, cueros curtidos de pieles humanas, y se concluye en que eran gentes que creían que después de la muerte física había algo más, pero siglos después, comprobamos que ese algo no existe ya que nada de lo encontrado en sus cámaras mortuorias, fastuosas o sencillas, sirvió para los fines que su cultura creía como valor verdadero sin el cual la vida no tenía sentido.

Ciertamente, se comprende fácilmente que, antes como ahora, todo lo que rodea a la “dignidad de la muerte” es una escenificación de la importancia que el difunto tenía, o debiera tener, para sus seres cercanos, bien por la ligadura afectiva bien por su repercusión social, pero nada apunta a que esos enseres o animales o personas que acompañan al difunto hayan trascendido más allá de la degradación física temporal, porque, en realidad, nada de lo que hay en la tierra apunta a nada proveniente de deidades ni a otra vida que no sea la propia natural, aunque, sí queda claro que al ser humano le gusta creer en cosas increíbles antes que en su mera democrática naturalidad, pues de esa manera es capaz de desarrollar un mundo mucho más “ego-satisfactorio y ego-placentero”, para unos más que para otros, que el obligado por la naturaleza.

Tras todo este pensamiento, que probablemente otros lo tuvieran antes y mejor que yo, concluyo con la idea de que la persona debe centrarse en desarrollar su pensamiento y su sentimiento en armonía con el entorno en que que viene dada su vida, y esforzarse en crear sistemas que contengan a estos tres como únicos juicios reales y verdaderos, y, que sean los que rememoren las acciones de las personas en sus actos funerarios, dándole así su trascendencia, incluso, al bocado del gusano.

Para terminar, enlazar con la pregunta inicial, si el ser humano es su civilización… ¿Cuántas veces nos tenemos que extinguir para darnos cuenta de lo que es la vida?

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