jueves, 16 de enero de 2020

La dinámica de la vida



A menudo, creemos que la vida es algo complejo, sorprendente, maravilloso, sin igual, etc., y desde luego que así parece, pero hay pautas que se van repitiendo y producen la realidad. Esto quiere decir que quizá todo sea mucho más sencillo de lo que creemos, pues no hay estructura compleja que no esté constituida por una u otras más simples, y todo se da porque hay un equilibrio en todo ese sistema que le produce su continuidad, le dota de características propias concretas que le validan en su contexto, pues éste es en sí limitante.

¿Es posible, que los seres humanos introduzcamos una variante en el pensamiento que convierte a todo en comparable a lo humano, como si éste fuera el máximo exponente, y lo demás sea sólo eso a lo que él se compara?

Esta actitud siempre ha sido una rémora intelectual, impidiendo tener una visión de la realidad más verdadera, al anteponer el contexto cultural y las ambiciones de quien expone la situación, decantando su tesis o antítesis hacia sus propias metas personales, involucrando criterios estrictamente particulares.

Seas quien seas, los seres humanos sabemos que el fin llegará, y sólo permanecerá tu descomposición física y el conocimiento que hubieras conseguido transmitir, que también se descompondrá, pues servirá a quien lo use a su antojo, interpretación y criterio para su propia supervivencia, siendo así como la vida se vale de nosotros en su propio beneficio, que es lo único que permanecerá después de nuestra partida definitiva.

Esto nos iguala a cualquier cosa creada, desde lo inerte a lo que consideramos vida, sucediéndose los mismos mecanismos básicos pero trasladados a las realidades de cada concreción.

Así pues, nada permanece para siempre, pero tiene posibilidades de transformación, todo está limitado a la realidad geográfica en la que se encuentra, a través de la cual se producen sus movimientos, y se vale de sus capacidades propias para prosperar en todo ello, siempre intentando estar dentro de sus límites de supervivencia, pues de lo contrario, deja de ser quien es, pero su tendencia es transformarse en otra cosa, contra lo que actuará inexorablemente.

Como se ve, en cualquier cosa creada en nuestro universo conocido, el elemento básico de movimiento es el cambio, que se producirá en incremento o decremento, dentro de sus límites de realidad, para que no se vea comprometida su entidad.

Así que...

De sus seres se vale la vida.

La vida les dota de capacidades propias, que por ellas son, y tienen repercusiones con el resto, que están implicados en el mismo universo y quedan todos posicionados en este contexto, y esto es así mientras sean como son.

Los seres son, pero nunca iguales, porque las repercusiones a las que está sometido siempre le producirá cambio, y éste marca las diferencias contextuales que tienden a hacerles continuar, mientras permanezcan con similares capacidades que le hagan seguir siendo.

Pero pueden no continuar, cuando de la repercusión devenga un cambio radical, generándole un estado en el que no se den esas características que le hacían ser.

Así que desde lo inanimado hasta lo hiperactivo, todo es en sí mismo la vida, y en ello, cada individualidad es vida, porque sólo se diferencian en las características intrínsecas, pero no en la base que los trajo a la realidad.

Por esta base, cada individualidad; tiene capacidades propias para valerse en su mundo físico durante un tiempo hasta su desaparición, ya que cada individualidad tiene unas facultades que se manifiestan en una localización y durante una temporalidad.

Dicha temporalidad está marcada sólo por un inicio y un fin, ya que todo es o no es, entendiendo que en cada cosa creada hay una cierta capacidad de repercusión con el universo en el que se encuentra, que es tolerable, en la que no se extingue su entidad.

En este ambiente de dualidad se regirá todo, ya que todo es así y se dirige a no ser así, debido a estas repercusiones de todo con todo y de uno mismo con todo, así que de ese trinomio [(capacidades, localización y tiempo)= ser así] resultará algo superior a la no existencia, que es el estado tendente al que se dirigen inexorablemente.

Cada individualidad siempre será un (“a” que tiende a “b”), desde donde “a” nunca es el resultado del trinomio al que identifico con “ser así”, puesto que nunca es exáctamente lo mismo, al tender constantemente a b, y “b” es “no ser así”.

En toda la realidad conocida, ésto sucede, y sólo puede ser consecuencia de aquello que lo originó, desde donde se reunieron las circunstancias que desembocaron en ese “SER ASÍ”.

Éste origen contendría los elementos que lo conformaban, y que tras repercutirse, generarían un escenario con consecuencias nuevas, es decir combinaciones con la propiedad "a tiende a b".

Desde entonces, cualquier escenario, contendrá esencialmente lo mismo que en su momento primigenio, solo que con otras concreciones, así que aunque aparezcan concreciones propias del estado de combinación actual, éstas contendrán no sólo los mismos elementos, sino que algunos de ellos serán combinaciones que antes no se producían, pero todo con la misma esencia que su procedencia, sin perder la característica de que no pierden esa tendencia, lo cual permitiría que de cada “concreción” pueda producirse un inicio también, por lo que heredan esta característica inevitablemente.

Así es que ha de haber siempre un latido que aliente a “a” porque de lo contrario, “a” alcanza a “b”, pero “a” llegará a ser “b” inevitablemente, así que por alguna razón sucede que “a” no quiere llegar a “b”, y actuará para ir evitándose.

Ese alcanzar “b” es la meta de toda nuestra realidad, pero actúa como el inicio de la realidad venidera, de la que se vale la vida para ser siempre el principio, y así será siempre en el constante “ser así” de los elementos esenciales de la vida, con cuyas combinaciones se produzcan las concreciones que conformen la realidad, pues al combinarse dejan de ser para formar realidad.

Es decir, no ser es la realidad venidera y la tendencia de ser es ser otra realidad, y por ello tiene esta propiedad que será transmitida inexorablemente a toda la realidad que surja.

Cada concreción, no será más que una combinación posible de los elementos de ese universo que según las circunstancias puedan producirse, y en ello, durará mientras sea capaz de mantener su “ser así”, es decir, mientras las repercusiones a las que esté sometido no le extingan, lo cual es pasar de ser a no ser,

El latido que mantiene el trinomio lejos de “b”, también es una propiedad heredada de su inicio, pues es tan fuerte la “apetencia de ser”, como la de “su tendencia”,

Ésto es así en todo, sólo por aparecer en un contexto han heredado las propiedades de su origen, cuya esencia es ser de una manera concreta, estar en una dimensión y existir temporalmente, hasta que le devenga su cambio radical, disgregandose en las subsiguientes consecuencias que de él se deriven.

Como es natural, la suma de las consecuencias que de él se originen, será siempre el inicio, con lo que nunca habrá nada nuevo aportado a lo que había, al menos en este contexto y visto dentro de esta individualidad.

Conocemos varias causas de cambio radical; la implosión, la explosión y la desaparición, en cualquier caso, siempre se produce la desintegración, más o menos gradual, del individuo.

Estas causas de cambio radical, siempre generarán una variedad de disgregaciones de los elementos que intervinieron, pero nunca serán más elementos que los originarios, así que en cada caso, nunca hay aporte sino una disgregación combinatoria posible, que sólo obedecen a las compatibilidades entre elementos según sus características intrínsecas en el contexto en el que aparezcan.

En cada caso, las repercusiones existentes están; dentro de uno mismo, entre varios elementos intervinientes o por agotamiento de uno mismo, al finalizar su “tiempo”.

Por último, faltaría por ver dos cuestiones; por un lado la verdadera razón por la que cada cual existe en el contexto en el que aparece como consecuencia combinatoria posible, y por otro lado, por qué se esfuerza por “ser así” cuando todo su esencia le dirige a “no ser así”.

Ese “ímpetu” que está en todo, no sólo está reforzado por sus características intrínsecas, sino que éstas le son dadas por su combinación que le hacen ser, y no pueden ser otras, así que hay que introducirse en la propia obviedad, que devendrá de aquello que es en sí el inicio primigenio.

El inicio ideal primigenio, ha de haber sido admirable en sí mismo, por ser aquel del que todo hubo de salir, lo cual sitúo en su propia implosión, ya que al ser primigenio, nada más había que él, dentro de su propio universo en el que se encontrara.

En él se daba ya todo lo que conocemos de él, en armonía y equilibrio, pero estaría inmerso en ciertas circunstancias que le haría ser, con lo que estaría sometido a una cierta pujanza bien en su dimensión, bien en su durabilidad o bien es sus capacidades, así que con que se produjera una inestabilidad considerable en cualquiera de ellas, le conduciría inevitablemente a su implosión, de donde se generarían aquello tras lo cual se repartiría su realidad intrínseca, originando las realidades concretas que surgieran.

Este suceso, generaría un espacio de exclusión que lo protegería y distinguiría del universo al que pertenezca, de manera que toda esa realidad que de él emanara, estaría impelido por las dinámicas implicadas.

Entonces tener capacidades, ocupar una dimensión o durar, no es sólo un trinomio, sino que cada uno de ellos es en sí mismo una pujanza consigo mismo, en cuyo constante equilibrio se da su permanencia personal, local y temporal.

Desde entonces, esa pujanza es la base de todo, pues siempre habrá en esta realidad un “a que tiende a b”, por haberlo heredado de este origen y haber sido transmitido a cualquier consecuencia de sí mismo.

Así que; “a que tiende a b” es la esencia de la realidad, y no “el ser”, “el lugar” y “o el tiempo”, ya que ellas mismas están sometidas a esta característica de la que no se pueden desligar por inevitable, lo cual tiene sentido por ser concreciones del inicio.

Esta inevitabilidad se produce a expensas de un latido, es decir presencia y ausencia, pues gracias a que deja de producirse se vuelve a producir, y por ello hay realidad.

Reduzco idealmente, este concepto, en una sola entidad originaria (voy a llamarla así por convenir algo) en la que ese pulso es toda su realidad, y por ello, ella es toda la realidad, así que es todo el tiempo, todo el espacio y todo el ser.

En la propia inestabilidad de cada uno de sus dos posibles estados, 1 y 0, o ser y no ser, o estar y no estar, o a y b, ya da igual como lo nombremos, se genera el otro en la constancia de su realidad, pero como está repercutida por sí misma y su entorno, sus propias variaciones intrínsecas, dentro de un margen de “funcionamiento”, le genera su continuidad, pero si se produjera una sóla desviación fuera de él, ésto generaría su desestabilización que tendería a compensar por parte del otro estado, lo cual no haría más que ir añadiendo intensidad al desequilibrio, que si no es capaz de compensar, terminaría por devenir su cambio, quizá primero por implosión, y al absorberse a sí mismo, generaría una explosión, debido a las impensables dinámicas implicadas, que dispersaría su esencia en concreciones posibles, creando realidad, o quizá, al devenir su fin, se disgregan generando realidad.

Dicho esto, tan sólo me cabe concluir, que es probable que seamos sólo una realidad, quizá fractal, pues se repiten las mismas tendencias básicas y premisas en cada aspecto de la realidad, así que esto que somos capaces de comprender, es visto desde mi mirada, puesto en comparación con aquello que me generó, y a la vez no me asombraria nada, que aquello fuera gran cosa en su contexto, pues, de la dinámica que nos deja impreso en nuestro universo, comprendo que ésto ha de ser así.

Vida parece ser la dinámica por la que cualquier concreción aparece y tiene una tendencia a no ser, está conformado por otras concreciones y éstas están sometidas a esta misma tendencia, ahora bien, cada concreción es una resultante objetiva que adquiere mecanismos que evitan temporalmente su inevitable desintegración, tras la cual, se activará nuevamente la dinámica entre sus intrínsecos elementos y el entorno, lo cual contribuirá a la creación de otras concreciones.

Así es como veo yo que la vida se vale de sus seres para ser ella misma, en continua dinámica que se transmite, como decía el personaje de Toy Story “Hasta el infinito y más allá”, así que la vida nunca deja de ser, independientemente a sus consecuencias.

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