jueves, 21 de febrero de 2019

¿Qué es la vida?


Como seres humanos estamos limitados por la realidad física y nuestra imaginación.

Lo primero nos habla de todo lo que nos une a este mundo natural, es decir, nuestras tendencias, posibilidades, sensaciones, necesidades, sentimientos, pensamientos, relaciones, límites, etc. Lo segundo nos transporta fuera de esas cadenas, pero la realidad es que, somos una dualidad entre lo físico y lo intelectual, entre las dependencias naturales y la ilimitada imaginación.

Nuestro físico, básicamente nos dice que por mucha imaginación que tengamos, o comemos y bebemos con cierta regularidad o nos morimos, sin embargo la imaginación no necesita nada de eso, porque se nutre de ideas que beben de la inmortalidad, cobrando vida en el mundo eléctrico del sistema nervioso.

La humanidad ha llegado a un acuerdo por el que vida es conceptualizado en dos sentidos, por un lado biológicamente, que “implica las capacidades de nacer, crecer, metabolizar, responder a estímulos externos, reproducirse y morir”, y, por otro lado más intelectual, según los diccionarios, entre sus muchas acepciones, es, “Fuerza o actividad esencial mediante la que obra el ser que la posee”, o, “Tiempo que transcurre desde el nacimiento de un ser hasta su muerte o hasta el presente”, o, “Duración de una cosa”, o, “Animación, vitalidad de una persona o de una cosa, etc.”

En fin, tienen de común ambos, que vida es aquello que le sucede a algo compuesto por materia entre su nacimiento y su muerte, entendido este tiempo como la actividad de la que es protagonista entre su aparecer como tal y hasta llegar a su desaparición.

Aunque biológicamente se está abriendo la posibilidad de comprender este término desde fuera de lo orgánico, cuesta mucho que la ciencia asigne este término a lo que desde su óptica no lo sea.

No obstante, ya se reconoce científicamente que, en el medio natural, hay seres que no se comportan como los habituales y cumplen con los requisitos de vida, pero ya desde fuera de lo comunmente aceptado.

Así pues, el mundo científico ya ha abierto los ojos, o al menos está dispuesto, a la generalización de ese concepto, de manera que lo asigna a los procesos que se producen entre la aparición y desaparición en relación con el medio en el que se encuentran, y con el que se repercuten mutuamente, pero ha de existir una intencionalidad de vivir.

Si esto es cierto, entonces el concepto vida es mucho más de lo que hasta ahora era, y se convierte en algo que cualquier cosa puede tener, puesto que cualquier cosa existe en un segmento entre su inicio y su fin, y ahí es donde produce toda una serie de sucesos que le otorgan su notoriedad, tanto para sí mismo como para el ambiente en el que esté, y ello siempre en relación con las repercusiones posibles; éstas pueden ser de tres formas, bien generando desplazamientos de la o las cosa implicadas, o generar consecuencias de que aparezca alguna cosa que antes no estaba o desaparezca alguna cosa de las implicadas, o por último, generar cambios adaptativos de la cosa o cosas implicadas. Todo ello no puede ser de no estar implícita una intencionalidad que condiciona la existencia.

Básicamente, toda la materia está incluida en este concepto más amplio, a priori demasiado obvio, pero, más justo, porque pone el acento en lo que sucede, en el por qué sucede y entre quien sucede.

No podemos negar que cualquier materia es el sujeto de cuanto sucede a su alrededor, desde su aparición, repercute directamente para que se produzcan infinidad de reacciones materiales a su alcance, hasta su desaparición, e incluso, por aquello del efecto mariposa de la teoría del caos, puede tener una repercusión a mucha distancia de sí mismo sólo por las consecuencias en cadena imprevisibles. Así que habrá toda una serie de protagonismos entre sus actores que desencadenará una cascada de esfuerzos en busca de equilibrios, cuyo alcance no se puede controlar, y conducirán a una realidad resultante, que será, a su vez, el escenario para cualquier situación.

Ésto nos habla de que la diferencia entre las materias coincidentes, en el tiempo y en el espacio, establecen sus equilibrios en el mismo plano, de tú a tú, dándose entre ellos una interacción de recíproca búsqueda de equilibrio que les permitan continuar.

Este continuar, es un requisito existencial al que destinan todos sus recursos durante todo su tiempo, repercutiendo inevitablemente con todo lo que se encuentre.

Continuar es adquirir lo que necesitan del entorno, ello establecerá un equilibrio entre protagonistas, ello, cumplirá con las dependencias naturales a las que estén sometidos, y, ello, tenderá a establecer una nueva situación concreta común.

Esta situación, está definida por el equilibrio establecido, de suerte que el posicionamiento de un elemento sobre otro contendrá a las materias en un estado resultante.

Así pues, a todo este conjunto de interacciones y equilibrios y posicionamientos, que es común a toda la materia, se le puede llamar vida, ya que ello genera intencionadamente la situación presente.

Qué duda cabe que si pensamos como humanos, creemos que un átomo no tiene vida porque no siente, no se reproduce ni tiene metabolismo alguno, pero cumple, a su nivel, las mismas etapas

A modo de ejemplo, un átomo es una combinación material muy compleja, compuesta por los electrones que orbitan alrededor de su núcleo, éste está compuesto por otras partículas que a su vez están formadas por otras…. pero entre cada una de ellas hay una situación de equilibrio que crea el presente, el átomo que tiene entidad propia, repercute en el ambiente en el que se encuentra y crea una situación concreta.

Es necesario abrir la mente a ese concepto de vida más obvio, pues sólo así comprenderemos que vida no puede tenerla, un animal o una planta, si antes no le deviene de lo más íntimo de sí mismo, sus elementos que lo conforman y máxime cuando vemos que ese animal o planta, no hace más que repetir las cadencias naturales más básicas, sólo que llevado a su circunstancia existencial en la que tiene que llevar a cabo ese “continuar”.

Así que, ese ser vivo, en su concreción, está sometido a sus necesidades que suple mediante sus sentidos y lo que ellos transmiten (o sus sentires), le hacen reaccionar para cumplir con sus tendencias. Todas ellas están encaminadas a continuar.

Para finalizar, la imaginación que tenemos algunos seres vivos, quizá no sea otra cosa que una apuesta por continuar, es decir, una herramienta para adelantarse a la materialidad en posibilidades de continuar. Por ésto, imaginar es tan grato, porque no supone ningún riesgo, pero nos pone en situación de lo que podría producirse.

Imaginar es adquirir motivación para hacer, y ese hacer es materializar una forma de continuar.

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